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Crónica: Un fin de semana en las tierras del Origen

Después de una intensa peregrinación de dos semanas por Italia como peregrinos de la esperanza, cinco familias de la Familia de Schoenstatt de Miami emprendimos una escapada especial: un fin de semana en Schoenstatt, Alemania.


Algunos iban por primera vez; otros regresaban con el anhelo de reencontrarse con las tierras del Origen, ese valle bendecido, donde el Padre José Kentenich respondió al llamado de la Mater y, junto a un pequeño grupo de jóvenes, fundó el Movimiento de Schoenstatt a través de la Alianza de Amor con la Santísima Virgen María.


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Nos hospedamos en la Casa de Alianza, una residencia ubicada sobre una colina desde la cual se contempla el hermoso Santuario Original. Fue en este lugar donde el Padre Kentenich enseñó, formó y difundió la espiritualidad schoenstattiana.


Allí aún se respira su carisma, su amor por la obra y la certeza de que todo fue guiado por la Divina Providencia.


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La casa nos recibió con los brazos abiertos: trece peregrinos fuimos acogidos con cariño y generosidad por el padre Joselo Zabala, quien fue nuestro anfitrión y asesor espiritual, junto con América y José Antonio. Más que una casa, fue un verdadero hogar. Sus camas limpias y cómodas, sus espacios recién renovados y adaptados para una experiencia familiar —habitaciones amplias, baños modernos, una cocina completamente equipada, comedor grande, escritorio y sala de estar— nos permitieron compartir, orar y fortalecer nuestros vínculos comunitarios.


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Cada mañana preparábamos juntos desayunos exquisitos que nos llenaban de energía para salir a caminar y seguir las huellas del fundador por todo el valle. Vivimos momentos profundos de oración y celebración en las dos capillas de la casa, espacios sagrados donde se respira una atmósfera de paz suspendida en el tiempo. Uno de los puntos más conmovedores fue visitar el cuarto que el Padre Kentenich habitó desde 1928 hasta su partida en 1951. Ese lugar histórico nos permitió conectar más profundamente con su carisma y misión.

 

Esta casa debía considerarse en unidad con el Santuario Original." – Padre José Kentenich


Saber que esta casa fue habitada por nuestro fundador hizo que la experiencia en Schoenstatt fuese verdaderamente completa. Como decía el mismo P. Kentenich, esta casa debía considerarse en unidad espiritual con el Santuario Original.


Mientras los adultos orábamos, compartíamos y profundizábamos nuestra experiencia espiritual, los jóvenes también encontraron su espacio: jugaron baloncesto, ping-pong, se ejercitaron, descansaron y, sobre todo, encontraron momentos para conectarse con Dios y sus familias en un entorno lleno de gracia.

Así, este fin de semana no fue solo una pausa en el camino, sino una verdadera inmersión en el corazón del Movimiento, donde la historia se hizo presente y el alma se dejó tocar por la Mater en su tierra predilecta.


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Orar donde el Padre oró, recorrer los lugares donde el Movimiento fue gestado, nos permite entrar en una dimensión más profunda del espíritu de Schoenstatt. Cada rincón, cada espacio en esta tierra santa, nos remonta a momentos concretos en que el Padre Kentenich se dejó moldear y utilizar como instrumento fiel en las manos de la Mater.

La Casa de Alianza fue mucho más que un hospedaje: fue un hogar. Un hogar donde el corazón se ensanchó, donde la historia se hizo presente, y donde, por sobre todo, la Mater nos acogió como hijos predilectos.


“Esta casa, unida espiritualmente al Santuario Original, nos permitió vivir Schoenstatt con el alma, con los pies en la tierra santa del Origen.”


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